domingo, 22 de enero de 2012

La rutina conyugal...
Cuando hablamos de la cohabitación conyugal, lo hacemos también de esa función de tipo sexual entre el hombre y la mujer. Parece mentira, pero la costumbre, el tiempo y hasta la misma vida en pareja son antagonistas del amor. Conozco mucha personas que piensan que el casarse es sentenciar a muerte al amor; yo no lo creo así, pues si cada uno de los que conforman la pareja van renovando periódicamente sus prácticas, deseos, fantasía, pláticas y todo cuanto requiera un ajuste, encontraremos que cada día conocemos algo diferente de esa persona que escogimos para compartir nuestra vida, o buena parte de ella.
Entrega tras entrega, noche tras noche se convierte en rutina en una costumbre en algo casi mecánico, que a veces ni lo deseamos realmente; improvisando caricias y repitiendo las mismas frases, y así concluye el "acto amoroso". Provocando todo esto, que hombre y mujer comiencen a buscar cada uno por su lado esa ilusión que se ha ido perdiendo o que no se supo mantener.
La devaluación del amor, no es culpa de uno de los miembros de la relación, es responsabilidad de ambas partes. 
Muchos hombres van directo "al grano", provocando estímulos torpes y prematuros, que fuera del matrimonio serían no el principio, sino la ultima fase de la conquista; pareciendo no entender que la unión legal y/o social con la pareja no debe modificar en nada las exigencias y necesidades sexuales de la mujer, que no existir el cambio en la interpretación del amor una vez firmada el acta de matrimonio. Desgraciadamente son muchos los hombres que no se detienen a pensar en esto y reducen a la mujer a un receptáculo genital.
Por su parte la mujer no es siempre tan inocente, ya que el día que tome conciencia del papel que juega en el mantenimiento del dinamismo amoroso del hombre, el distanciamiento entre las parejas disminuirá.






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